Desde niño me enseñaron las vivencias del Rocio y en el vientre de mi madre yo hice mi primer camino, ya sentía las pisadas de aquellos peregrinos, hiciese calor o hiciese frío.
A mi abuelo queme traía, yo le estoy agradecido, si no es por el no sintiera este escalofrío que me entra estando a tu vera Rocío.
En esta España en la que actualmente vivimos, cada vez más me acuerdo de aquel ambiente de humildad, de cooperación que se vive en el camino, que tanto haría falta en este momento.
Un sentimiento muy difícil de explicar, pero esa persona que viene al Rocio siempre acaba volviendo.
Yo solo soy uno más entre tantos que la quieren, sin poderlo remediar. Por quererla con el alma, la gente me criticaba, al igual que a los Almonteños el lunes por la mañana.